miércoles, 22 de septiembre de 2010

"de como nació Chiametlán" (Doceaba parte)



Tonalli cumplió diez y siete años, los sueños que se apoderaban de ella eran muy extraños, con frecuencia se veía en los brazos de uno al que ella creía un dios, que había llegado en una canoa tan grande como una pirámide, lo describía como un hombre hermoso con los ojos color del cielo del mediodía y una barba como de oro, vestido con todo el cuerpo cubierto, e insistía en que se trataba de colibrí el hijo de un antiguo Dios emplumado, e inevitablemente se había enamorado de el...

Era otra vez el aniversario de la fundación de Chiametlán, la celebración estaba en su apogeo, los matachines hacían de las suyas, los sacerdotes elevaban sus rezos al cielo, y los visitantes eran atendidos por los lugareños, sirviéndoles tamales de camarón y atole de masa, muchos vestían llamativos penachos y lustrosos guaraches, los que menos; adornaban sus faldas con carrizos y espinas, emulando a los matachines matatecos, las sonajas sonaban y los tambores palpitaban... de pronto un mensajero llego con la frente perlada de sudor y falto de aire, entre sus manos traía retratos de un hombre blanco que habían visto rondar por los manglares donde en años anteriores -se sabia-, había pernoctado “nube gris”, el mensajero llego a los pies de Xahualt y la concurrencia guardo silencio, a su lado Tonalli sintió desbocársele el corazón cuando vio el retrato, se dio cuenta de que era el hombre de sus sueños, cuando el gran Señor vio el retrato y escucho la narración de los hechos de boca del emisario de la costa, se puso de pie y como era costumbre hablo a sus súbditos y a sus invitados: “Un ciclo termina, y con el muere una etapa importante para nuestra raza, he de morir también yo, -un murmullo recorrió los callejones e inundo los recovecos Chiametlecos-, y en este ciclo que comienza, nuevos dioses gobernaran mi tierra, la tierra de Xolotl y el chivicoyo, la tierra de las chias y el vigía, las tierras del camarón y el tejuino, porque llegaron del mar, como lo profetizó mi adorada hija Tonalli, en enormes canoas y con grandes armas, nuevos gobernantes que según me informa este enviado del pueblo de Majahual, han de inculcar a ustedes nuevas costumbres, y no he de hacer nada por impedírselos, pues nada puedo hacer ante su poder,.. y ellos gobernaran, y cambiaran sus creencias y les mostraran a sus nuevos dioses...”

La multitud se dispersó y corrió esconderse mas allá de los confines del señorío, se acabo la celebración y Xahualt se retiro a sus habitaciones para morir en paz....

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