viernes, 11 de enero de 2008

... De un escrito inconcluso aún sin nombre

En el pueblo la gente vivía su cotidianeidad; cada quien en lo suyo, en los patios los jóvenes se dedicaban a tejer sus redes para la temporada de pesca, en las cocinas las abuelas preparaban la merienda, en el río los que podían se bañaban y lavaban, todo se veía normal, de repente los ojos de Eulogia fijaron su atención en la parvada de garzas que se levantaron y emprendieron el vuelo no al cerro sino al otro lado del río, casi al instante se oyó una detonación que hizo eco en el cerro, como si el sonido hubiera rebotado para esparcirse por toda la comunidad para penetrar en los oídos de la muchacha que tapándoselos gritó; Maria se acercó y la abrazó tratando de entender lo que pasaba, Eulogia lloraba inconsolable mientras Maria le susurraba palabras de consuelo...

La gente en Chametla se sorprendió; camino de la plaza había un cadáver, con un solo balazo, solo uno; justo en el corazón, los jóvenes corrían por la calle del medio, algunos bajaban por los callejones, los trece hombres montados en su carreta fueron vistos salir en estampida con dirección a Botaira, nadie pudo hacer nada, la sorpresa los había desarmado desde antes, atónitos vieron marcharse al grupo.

Los pájaros se quedaron callados y los perros aullaron lastimeramente, en el río, aquel presentimiento le había dado fuerzas a Eulogia para que se parara con la mirada perdida y las quijadas apretadas como conteniendo la rabia de saber algo que todavía ignoraba, no sabía que era, pero sentía que aquello que estaba pasando en Chametla, la involucraba directamente a ella, limpió sus lágrimas con el puño de sus mano, y emprendió la marcha por la cañada para subir a la calle del medio.

María la siguió en silencio, tras ella se formó la comitiva, Juan su hijo menor y Mariquita le siguieron, detrás iban todos los demás que se divertían en las aguas del río, como en la procesión del silencio. . .