lunes, 8 de marzo de 2010

JUAN EL CARPINTERO

Juan Murillo se convirtió en mi instructor de carpintería en la escuela Benito Juárez de Chametla -mi querido Chametla-, a la muerte del profe Gil, cuyo trágico desenlace llenó de luto la vida estudiantil en esos días.

A Juan Murillo lo admiré desde el primer día. En el taller de carpintería le escuché uno que otro chiste de esos verdecitos, porque muy subidos de color no eran posibles, pero nos hacia agradable la hora o las dos de su clase, lo admiré desde ese entonces, quise emularlo todo el tiempo y estar alguna vez a su nivel, mientras tanto hube de conformarme con ser su aprendiz y pasar con buenas calificaciones su clase, por desgracia no tuve nunca el dinero suficiente para conseguir madera y fabricar un buen mueble, me conformé con un simple par de tristes ménsulas…

Con el paso del tiempo me fui a hacer mi carrera de actor y obtuve muchos éxitos y premios por mis éxitos, giras al extranjero y presentaciones en teatros, conferencias y programas de todo tipo, me sentí crecer y cada vez que regresaba a Chametla esperaba encontrarme con Juan Murillo para sentirme a su altura y me sentí…

Hay un momento de la vida en que la gente se estaciona en una edad determinada y no crece ni envejece, ahí fue donde lo alcancé, yo convertido en adulto, Juan, como lo recordaba siempre, ambos; frente a frente contando chistes, conviviendo, departiendo…

A mediados de los noventas tuve el honor de montar un espectáculo sobre tradiciones indígenas para celebrar el primer festival conmemorativo de la fundación de Chametla, y tuve la necesidad de una escenografía, entonces me mandaron con él para ponernos de acuerdo, mi corazón saltó de alegría, ya estábamos trabajando juntos! En un mismo nivel, era grandioso! Juan Murillo y yo inmiscuidos en un proyecto mío! Juntos envueltos en una misma causa, era un placer para mi!

Desde entonces he sido parte del festival de aniversario de la fundación de mi amado Chametla, Juan lo fue los primeros años, y estoy seguro que de vivir, sería parte importante en su organización y seguramente trabajaríamos juntos, por el placer de hacerlo, como ha sido siempre para gente como él o como yo, o los demás que forman parte de este proyecto.

Juan Murillo ya no está mas entre nosotros, pero sé que su espíritu permanece aquí orgulloso, satisfecho de lo que hacemos los que le sobrevivimos y contento porque sabe que le recordamos con afecto, pues el año pasado recibió un homenaje a su memoria y un aplauso que seguramente se escuchó hasta el lugar donde ahora mora y desde el cual nos ve contento y nos echa porras, y se que es así, porque yo lo admiro todavía por su humor y su empuje y porque pude ponerme a su altura y un día no muy lejano lo veré de nuevo pero a otros niveles, más altos, mas gloriosos y entonces podré escuchar de su boca un chiste más.

Gracias Juan Murillo por haber existido y tener que ver con mi existencia…!

ERA UNA VEZ UN ÁNGEL CON LAS ALAS MANCHADAS DE HOLLÍN.

Hace mucho, muchísimo tiempo cuando los querubines todavía jugaban a salpicarse con las aguas de la fuente que los totorames habían hecho en el centro de Chiametlán aprovechando los manantiales que bajaban del cerro, y cuando los ángeles preferían nadar en el lago de los lagartos en el vecino Botaira, hubo un ángel con los ojos color de mar y la piel alba como las mañanas de diciembre que desde su mas tierna infancia, mostró una inteligencia y una simpatía inusual, tantas, que Arcángel prontamente le dio su independencia y lo mandó a vivir a una nube azul clarita cubierta de rocío, de rayos de sol dorado y enmarcada por un arco de siete colores, ahí Ángel era muy feliz.

Pasó el tiempo y en la tierra las cosas empezaron a ser distintas; los humanos tenían que progresar, había que estar a la vanguardia aunque hubiera que destruir la capa de Ozono y la polución en el invierno se agravara y no se pudiera respirar tranquilamente, si; todo era distinto allá abajo, a nadie le importaba quien pudiera estar viviendo en el cielo, en alguna nube.

El caso es que la basura quemada, el humo de los vehículos, las chimeneas de las fábricas y mil cosas mas, dejaron la nube del pobre Ángel de un color gris triste, ya no reflejaba los rayos que atraían al arco iris porque el rocío se volvió hollín, ahora su cara –otrora de caracteres nórdicos-, parecía la de un apache dispuesto a hacer la guerra.

Ángel ahora se aburre, no tiene a quien cuidar porque Juan está todo el día sentado frente a su Macintosh, no hay peligro de que se caiga…

Tampoco puede volar por Chametla, no faltará algún travieso que le apunte con la resortera, mucho menos bajar a la fuente pues ya no existe, y aunque casi se acostumbra a eso, todavía le duele, pero lo que le destroza el espíritu, es ver sus alas manchadas de hollín, eso si le hace llorar continuamente.

Un día se levantó temprano decidido a protestar; extendió sus alas pegajosas y voló con rumbo al sol, la contaminación no le permitió ver con claridad y se dio cuenta de su error cuando se estrelló contra un reflector, aleteó en el vacío y se sobó la frente pero no perdió la intención y se lanzó cielo arriba nuevamente. Minutos mas tarde casi choca contra un avión, por fin atravesó la estratósfera y pudo navegar al infinito tranquilamente con dirección al sol.

Y así se fue perdiendo en la intensidad de su luz…

Pasaron los días y Ángel no volvió.

Después se supo:
Resulta que Arcángel se indignó porque en la tierra ya no hay ángeles, todos renegaron y se fueron yendo poco a poco, por eso cuando llegó Ángel el de las alas manchadas de hollín y vio un mundo azul con nubes blancas y lunas nuevas, con arroyos cantarines y jardines esplendorosos con aves de todos colores y un sol lleno de luz, no lo pensó dos veces, ni protestó siquiera, simplemente se instaló en una nube a descansar, luego se dio un baño y su rostro volvió a ser el mismo, y no es que no la haya importado dejar de ser el Ángel de la guardia de Juanito, a Juanito nunca le importó su Ángel, ni a nadie, ahora en la tierra no les importan los ángeles por eso ya no hay…