miércoles, 22 de agosto de 2007

¡Ay mi Botaira!


Cae la noche en Botaira, los nextlinqueros refulgen al calor del hogar, allá en el lago de los lagartos los sauces llorones guardan silencio pues duermen, las gallinas se sientan en sus cacareos y los perros hacen una pausa en sus aullidos, todo es silencio...

Las hadas de los mitotes aprovechan esos momentos para aguzar los oidos, ellas perciben hasta el estertor de la muerte dentro de cualquier casa, ese es el momento en que ellas se alimentan de los chismes ocurridos durante el día para despues, una vez que pasó el barco de los sueños, desperdigarlos por las calles y rincones más escondidos, ahi donde los amantes se roban besos furtivos , ahi donde los secretos de inmoralidad de algunos se mezclan con la fé en la esparanza de que nadie sepa nada nunca, en cualquier parte se meten y de cualquier parte sacan la información para que los rumores crezcan o se reinventen, el caso es que hay que sembrar cizaña y desconfianza entre sus moradores para que la rutina desaparezca, aunque el sauce llore y al perro ladre o las gallinan sigan cacaraqueando, ellas no descansarán, cuando han absorvido la esencia del pregón, se desperezan satisfechas a esperar a que el reloj marque las once de la noche, entonces hace su aparición en el infinito el enorme barco cargado de fantasmas y pesadillas para robar el sueño a los Botairenses, entonces los perros despiertan de su mutismo y arrojan mordidas al espacio con la intención de alcanzar la nave que vuela por sobre el pueblo, y ellos la siguen mordisqueando las cadenas que arrastra sin descanso hasta que se va difuminando por el camino rojo que va a Sabaiba, lo ven desaparecer por encima de Chametla y todo vuelva a la normalidad, entonces es cuando las hadas ponen labios a la obra y empiezan a recorrer pensamientos susurrando los chismes para que todos lo sepan y la desverguenza acalore a muchos,y asi la rutina sigue, sin algo de monotonía, por eso amo Botaira porque los mitotes son divertidos y duelen pero no duelen, nada de daño hacen, no marcan ni te provocan rencor, por eso ahi nadie se odia, todo es amor...

¡¿chametla, como te olvido?!



En la secundaria hacíamos equipos de trabajo, para las investigaciones o tareas que teníamos que hacer, algunas veces exploramos la cueva de la campana, otras el río, otras -y a ello me quiero referir-, explorabamos el panteón, eran aventuras enormes, realmente lo hacíamos por cariño al experimento y la emoción, porque usabamos el equipo para reunirnos y vivir esas experiencias, ya no era tanto por las tareas, la vez esa del panteón; nos llegó la oscuridad del sol poniente... no nos decidíamos a abandonar la búsqueda del ansiado tesoro, solo por no haber estado ahi en vano, a punto de rendirnos alguien descubrió al ras del suelo lo que aparentemente era una olla, con la adrenalina recorriendo nuestros cuerpos nos dimos a la tarea de escarbar cuidadosamente y efectivamente nos dimos cuenta de que era una enorme olla, pues a medida que escarbabamos alrededor, más grande era la circunferencia, empezamos a hacer conjeturas, "que tal si tiene un tesoro" -dijo el nato, "no!, un muerto" -dijo el Bernardo, - puede ser las dos cosas exclamó el Pablo, "chinguesumadre, y ya es tarde yo tengo miedo, ¿que tal si nos sale un muerto?, mejor vamonos pa la casa, mañana volvemos" -exclamó una voz entrecortada, en efecto la noche caía ya sobre nuestras espaldas, el temor nos hacia sus presas y el temblor de nuestras manos nos ponian en riesgo de destrozar la descomunal vasija. ¿Pero como irnos? ¿y que tal que a alguno se le ocurría volver antes que los demás?, teníamos que fijar una hora para volver juntos, no se valían las traiciones, pero si las desconfianzas, "¡Juremos!" -dijo alguien, y si; juramos, pusimos todos nuetras manos sobre el tesoro y solemnemente acordamos no decir a nadie ni contar nada, ni hacer referencia al paseo de esa tarde, mañana a las cuatro nos veríamos todos para llegar juntos, chin chin el que llegue primero...
Nos fuimos todos con la emocion a cuestas, nos mirabamos de reojo al separarnos, con la inseguridad de que el otro rajara, la maldita carcoma de la traición no nos dejó por un buen rato, hasta que cada uno llegó a sus casas.
Esa noche después de la cena luego de pensarlo mil veces y hacerme mil preguntas, lo decidí y rompí el juramento; le conte a mi tia Mariquita, era necesario que compartiera eso por si alguno de los otros nos traicionaba, era necesario que hubiera testigos de que era un tesoro de cinco, luego de haberselo dicho descansé un poco, y me fui a dormir, pero oh Dios! no pude!, la emopcion me incitaba ya a dar de vueltas. ya a levantarme, tentado estuve varias veces a ir al panteón antes de que me traicionara uno de los otros, ah, de no ser por mi cobardía! pero el remordimiento por mi falta al juramento hizo que mu conciencia no me dejara razonar, por fin gracias a no se que cansancios o atarantos me quedé dormido, al día siguiente, arrepentido de lo que hice y de mis malos pensamientos, decidí contarle a mis compañeros de equipo lo que habia hecho, entonces todos aceptaron con pena que también lo habían contado y que pensaron lo mismo y que habían decidido o no, pero no durmieron, así es que una vez lavadas nuestras conciencias nos dimos a la tarea de escarbar, nuestras miradas sonrientes se cruzaban a punto de las lágrimas por la emocion, casi estaba al descubierto nuestro ansiado tesoro, entonces sucedió: ¡logramos desenterrar la olla! y al levantarla cayo de nuestros dedos hecha añicos, pero no importaba, lo que valía era el contenido, esperabamos encontar por lo menos una fugurilla o malacates, que sé yo, escarbamos ansiosos la tierra que se desbordo del interior y ahi estaba; ¡NADA! solo polvo hasta los huesos del difunto se habian hecho polvo, seguramente era un indio pobre, pobre indio!