jueves, 18 de febrero de 2010

EL GIGANTE SE DERRUMBÓ


Cuando Botaira nació ya existía la ceiba, la gente se asentó bajo su sombra para formar la pequeña población, empezaron a usar el capoc para rellenar las almohadas, y disfrutar bajo su cerrazón largas charlas en tanto los menores jugaban alrededor de su tronco.

Muchas historias de pasión se escribieron bajo su manto, trágicas y sórdidas traiciones se fraguaron en su clandestinidad, innumerables aventuras se contaron entre sus tinieblas…

Fue testigo de decenas de ahorcamientos entre sus ramas, fue mudo espectador de mítines gubernamentales, de emperifolladas inauguraciones, de ciclones y tormentas, de inundaciones y sequías; la ceiba fue un silencioso testigo de infinidad de historias…

Pasado el tiempo, en la centenaria ceiba se dieron cita los jóvenes en las tardes soleadas para organizar juegos de pelota, señoras emprendedoras servían raspados a los jugadores, y el lugar se convirtió en el centro de diversión por excelencia, ahí bajo su manto, se construyó una terraza con resbaladillas y columpios, y era la parada obligada de los “tropicales” –como llamábamos a los camiones de pasajeros de tabla y lona de don Quirino-, fue testigo junto con las ceibas de la virgen y la de las garzas –la que está allá en el patio de don Modesto-, de la historia de mi pueblo querido…

Pero esta mañana, luego de la tormenta, sus cansadas raíces se dieron por vencidas, y se soltaron de la tierra que le vio nacer, repentinamente sus enormes ramas se inclinaron parsimoniosamente para caer atravesadas sobre la calle, la oscuridad se acentuó en los hogares del barrio de la cornucopia, el cielo encapotado de un gris oscuro, emitió un alarido prolongado y tétrico y fue cuando nos dimos cuenta; el enorme árbol se rindió tras años de permanencia como centinela a la entrada del pueblo, el gigante se derrumbó súbitamente, la ceiba había muerto.

Centenas de personas se dieron cita para dar el último adiós al gigante del capoc o del pochote, su sombra ya no alegrará los soleados días de Botaira, centenas de gentes se arremolinaron ante el voluminoso tronco del histórico árbol para despedirse de aquel gigantesco testigo de tantas peripecias de los lugareños, lágrimas de dolor se asomaron a los ojos de los mas viejos, comentarios de tristeza flotaban en la atmósfera húmeda y fría de aquella mañana de febrero en Botaira; impotentes ante aquella enorme naturaleza muerta incapaces ante aquel cadáver verde y espinoso: Botaira está de luto, hora tras hora, la gente se da cita ante sus raíces para despedirse de la ceiba centenaria, porque la ceiba ya no existe mas, porque el gigante se derrumbó…