sábado, 16 de enero de 2010

Merceditas la de Loño, Loño, y el tesoro del cerro de la canoa.

Merceditas la de Loño, Loño, y el tesoro del cerro de la canoa.

Era costumbre nuestra llegar a la salida de la escuela a visitar a este par de viejitos tan amables algunos compañeros de grupo y yo, para ver que se ofrecía y poder echarles la mano en lo que se pudiera, tuve la suerte de que vivieran enfrente de donde vivía yo con mi abuela María Barrón, así es que estaba mas al pendiente de ellos.

Entrar a su patio era como entrar en una dimensión desconocida, ahí me sentía como en una selva lejana y extraña, la casa de palma que les servía de habitación, estaba llena de trebejos que irremediablemente me remitía al caos, pero me parecía fascinante…

Adentro olía a humedad, a viejo y a misterio, Merceditas –que era como la llamábamos de cariño-, era la imagen viva de una mujer poseedora de poderes mágicos y llena de conocimientos ocultos, sin embargo el que sabía de más era Loño -de él nunca supe su nombre-, eran como dos cajas de Pandora pero llenas no de males, sino de cosas arcanas…

Una de esas veces, cuando ya habíamos ganado su confianza y en la creencia de que la muerte con seguridad estaría cerca, Loño quiso legarnos un secreto.

Todos nos miramos con ojos de circunstancia y de complicidad, lo rodeamos al instante, y pusimos toda nuestra atención a las palabras que salían quedamente de su boca.

-En el cerro de la canoa…
-Ey! ¿Cuál es el cerro de la canoa?
-El cerro de la canoa es el que está entrando a Chametla, del lado izquierdo…
-¡Pero nadie lo conoce por ese nombre! Como sabe¡? Porque lo llama así? Hablábamos casi al unísono, verdaderamente interesados en lo que nos decía el viejo Loño-.
-Es que no se han fijado, pero si ponen atención, se van a dar cuenta de que tiene la forma de una canoa acostada boca abajo…
-Todos nos vimos con una sonrisa de asentimiento y estuvimos de acuerdo en que era verdad; si parecía una canoa boca abajo.
-Pos ahí, -siguió diciendo- si ustedes entran por los trancos largos, van a ver una piedra deste tamaño –y nos mostró el bulto con las manos-, se paran viendo pa onde se mete el sol y cuentan cuarenta y dos pasos a la derecha, entonces vana chocar con un árbol de tecomate que pusieron ahí por señal, porque en el cerro no hay de esos árboles… Todos escuchábamos boquiabiertos, sin un solo parpadeo, y con la mirada atenta para no perder detalle-.
Entonces voltean pa onde se pone el sol, otra vez y entonces caminan unce pasos pa delante, y ahí está una piedra con forma de corazón; la quitan y escarban, se van a encontrar un cajón con un montón de monedas y cosas de oro, si lo encuentran; es pa ustedes…
-¿de vereras? ¿en serio?, y porque no lo saca usted!? De quien era?!
-Lo dejaron ahí unos ladrones, pero se mataron entre todos por él, y los dueños verdaderos ya se murieron todos, asi es que no tiene dueño…

No lo podíamos creer! Éramos casi dueños de un tesoro de verdad! Nomás era cuestión de ponernos de acuerdo. Estuvimos ahí un buen rato, como casi diario, hasta que empezamos a sentir que era la hora de marcharnos y nos despedimos, pero en cuanto pisamos la calle, el tema salió a relucir, hicimos mil planes que no se concretaron nunca, aunque casi nadie mostró interés en ese momento, no se si para no despertar sospechas o porque realimente a nadie le interesaba, no supe si alguno de ellos se atrevió a ir en busca del tesoro sin invitarme, pues ya me habían “traicionado” antes, simplemente nadie tocó el tema, una vez más, y así fue pasando al olvido…

Al olvido entre comillas, porque yo todavía me acuerdo, y si ese tesoro está ahí, pues; creo que ahí va a permanecer por siempre, porque a mi no me interesa aunque no deja de interesarme, por el momento prefiero que se quede un tiempo más, en memoria de los gratos momentos que compartimos con Loño y su esposa Merceditas.