viernes, 21 de mayo de 2010

CHONITA

Me contaba cuentos de encantamientos y encantados, de misterio y misteriosos, ella en si, era un misterio y me encantaba…

De apariencia pequeña y frágil, y mirada inquisitiva y profunda, así era la señorita Chonita Sarabia, eso –lo de señorita-, lo tuve siempre bien claro, porque así lo quiso ella, pues ante todo estaba la dignidad, ella era bienvenida casi a diario y a la hora que fuera a la casa de mi abuela allá en Chametla, me gustaba escuchar sus charlas tan de antiguas, de creencias en mitos y casi inverosímiles, sus conversaciones a veces giraban en torno a “Porfirio Cadenas “el ojo de vidrio” o “Kalimán”, que eran las radionovelas favoritas de mi abuela, también se hablaba del difunto del día, o de la que se fue con el gañan, o del que se cayó por asomarse…

Vestía enaguas hasta el tobillo, rebozo oscuro cruzado al cuello y un rosario en sus manos de vez en cuando, a la usanza de antes, con enormes arracadas de oro, trenzas en su largo pelo cano, huaraches de correas o zapatillas de tela de esas muy cómodas, una canasta para el mandado… y una verruga en la nariz.

Vivía por la calle del cerro, la de atrás del templo, en una casita chiquita y bonita, de ladrillo y palma, sola con su alma y la soledad, pero la soledad le volvió temerosa, hubo un tiempo en el que padeció un ligero delirio de persecución.

Me dijo que se sentía espiada y acosada; en las tardes cuando recalaba a su casa, si alguien caminaba tras ella, aseguraba que iba en su pos, y si alguien por alguna razón reía, ella aseguraba que era de ella, no cabe duda, la soledad fue una mala consejera…

Batallando la convencimos entre el padre Quiroz -a quien ella sabía un buen amigo-, y yo, de que todo estaba bien; de que el mundo no giraba en derredor suyo, que no se preocupara, que siguiera su vida. Y no supe si fue por callarnos la boca que fingió hacernos caso o realmente creyó en nosotros y se olvidó de esas cosas.

Pasados los años cayó enferma, yo estaba lejos y nunca supe, nadie me dijo, no la visité ni antes ni durante su enfermedad, no asistí a su velorio ni mucho menos a su sepelio, porque nunca supe, nadie me dijo…

Fue triste saber después los pormenores; la verruga en la nariz era indicio de cáncer que a nadie llamó la atención pero que demasiado tarde comprendieron, cuentan que se expandió por su rostro descarnándola casi por completo, eso me dicen; yo nunca supe si fue verdad. Como sea, me resultó pesaroso enterarme, no averigüé mas, no tenía caso, pero sigo con la curiosidad de saber si murió tranquila, de saber que no sufrió. Vivió sola, lo sé, y dudo que la hayan abandonado, lo que si es probable es que no se detectara a tiempo su enfermedad si es que la padeció, y me consuela el saber que su familia –que es la mía-, y es una familia virtuosa en ciertos aspectos, y vive siempre en comunión, estuvo al pendiente de ella, eso no me aflige, me aflige pensar que sufrió, ojalá supiera que su muerte fue dulce y tranquila, que no le hizo mas daño la soledad, que no murió perseguida por sus espíritus o sus imaginarios acosadores, que el hecho de no haber conocido hombre alguno no le provocó infelicidad, en fin; que murió en paz.

Quiero creer que Chonita la que me regañaba por tonterías, la que me divertía con sus críticas a los personajes de la radio, la que me contaba cuentos, la que me envolvía en sus fantasías, (¡la de esa maldita verruga en la nariz!) murió tranquila, porque no la vi antes de morir y no pude decirle hasta luego con la mirada, porque para esas cosas nunca tengo palabras, pero me queda su recuerdo ese que la mantiene viva hasta que yo muera, porque así ocurre siempre, y esta no es una excepción; ella va a morir para mi, hasta que yo la olvide.