sábado, 29 de mayo de 2010

.DE CÓMO NACIO CHIAMETLAN



La leyenda dice que; mucho antes de que nacieran muchos Dioses, a la región sur del estado de Sinaloa que comprende las márgenes del río que hoy conocemos como el “río baluarte”, llego una tribu de totorames que –posiblemente- eran una degeneración de las razas del norte del Estado, o del Estado norteño de Sonora, existe la posibilidad de que las tribus de Yaquis se hayan mezclado con las de Coras nayaritas, lo que dio origen a una civilización que fue a ubicarse justo en el sitio al que dieron por nombre; Chiametlan.

Dice el mito que un día, en el que luego de una larga caminata, un jovenzuelo de nombre xolotl reposaba sobre una enorme roca y a la sombra de un “uvo”, tras la ingestión de un preparado a base de tecomate al que ellos llamaban “duérmete niño”, por el efecto de relajación que causaba; como en éxtasis escucho la voz de un Dios que decía; “Escuchadme Xolotl, hijo mío en quien tanto confío, has de conducir a la tribu a un lugar sobre las playas del río, ahí encontraras una señal, cuando la hayas reconocido, será que llego el momento de fundar un nuevo imperio...” al despertar, el joven contó a los mayores y a los sacerdotes que viajaban con el, lo que había soñado, y le creyeron... porque era un joven respetable y siempre había luchado por el bien de la tribu, fue entonces que decidieron marchar en busca de la señal esperada, no tuvieron que atravesar enormes desiertos porque ya lo habían hecho desde Sonora, ni tuvieron que durar cientos de años, pues ya habían pasado desde que nacieron como seres sociales, ni esperaban encontrar un águila o alguna serpiente, ni signos en el suelo, ni que les cayera comida del cielo,... ya todo estaba dicho y hecho, la señal seria clara; Pues dice la leyenda; que aquel joven caminaba al frente, con una enorme beca sobre su cabeza, como era costumbre en los grandes personajes de esa época,.. ellos usaban esa especie de Chía que les confería un estatus de superioridad y casi divino, razón por la que eran obedecidos y respetados como jefes y sacerdotes de gran envergadura, y el, se había ganado ese grado, se dice entonces; que caminaban por las playas del río con dirección a las inmensas playas vírgenes de la costa marítima, cuando Xolotl se sintió agredido y asaltado, al grado de perder su chia a garras de un ave, puesto que le fue arrebatado por un enorme chivicoyo que les sobrevolaba... así, a secas, eso no podía ser tomado como la señal que esperaban, de no ser porque al ir tras el, por ordenes del líder, un niño la encontró tirada sobre una planta que en la actualidad se conoce como salvia, y a los pies de un cedro, ahí se sentaron a descansar tras la fatigosa persecución, y ahí, el hombre de la chia que la había recuperado justo sobre aquella planta de la que sacaban la semilla a la que daban precisamente el mismo nombre, -pues tenían ellos, costumbre de preparar un brebaje a base de las semillas de esa planta-, esas semillas eran conocidas como chia, que acostumbraban mezclar con miel y jugo de frutas agrias para refrescarse, por eso fue que decidió asentarse en ese lugar al que en honor a tal acontecimiento y a tales razones dieron por nombre; Chiametlan, que significa lugar de chias.

Luis castillo, el dragón rojo y los ojos orientales…

Luis era una tía muy divertida…

Bueno, para los que no captan todavía; Luis era un amigo de la infancia de mi madre, jugaban a las cazuelitas y las muñecas y él decidió que sería mujer cuando fuera grande.

Siempre me trató con deferencia y me hizo reír ante el disfrute de nuestras conversaciones, me juró ser mi tía para siempre por el cariño que se tenían el y mi madre. En una de las últimas pláticas por ejemplo; me habló de su pareja en ese entonces, éste era un hombre que poseía un bar en la “zona de tolerancia” de Mazatlán, llamado “El Dragón Rojo”, por cierto, en esos días su pareja estaba preparándose para una cirugía plástica mas, y a modo de guasa me dijo que ya parecía china de tanto jalarse la cara y ambos reímos divertidos por la ocurrencia, era verdad; los ojos de su pareja tenían apariencia de oriental.

El “dragón rojo” era como el castillo de la reina en donde la reina era mi “tía” Luis Castillo.

Cuando yo era niño y lo veía maquillado y tan despampanante, con lentejuelas, plumas y chaquiras, estolas, flores y blusas coloridas, me remitía a las películas de bailarinas exóticas y me reía hasta desternillarme por sus ocurrencias durante los carnavales inexistentes en Chametla, en los que se montaba en los remolques o en la trompa de los tractores aunque se quemara las nalgas, pero para lucir mas y sin perder la sonrisa, en los que recorría la calle principal agitando con parsimonia su mano en la que envolvía besos que arrojaba con simpatía a los parroquianos que en medio de risas y chacoteos atrapaban en el aire para colocárselos en donde les venía en gana.

Luego, nos fuimos; ella a hacer su vida al puerto y yo la mía a la capital, duré mucho sin saber de ella y cuando volví; la vi otra vez, cansada y vieja, visitando a mi madre su antigua amiga, su amiga de siempre, en donde me recalcó que era mi tía aunque me diera vergüenza, a lo que aclaré que nunca me daría vergüenza su “tialdad”, porque le tenía un aprecio desmedido por el solo hecho de apreciarme como apreció a mis hijos cuando los conoció, a mi madre a pesar de los años y a mi, a pesar de la distancia.

En sus ultimas visitas me insistió a que le visitara -“Claro; con el permiso de tu mujer y dile que no se preocupe, que estas en buenas manos”-, prometió presentarme a las dos mejores “muchachas” del “Dragón Rojo”, ¡ah! Y las bebidas corrían por cuenta de la casa, prometí que si; que iría un día cualquiera, uno de esos…

Pero no; nunca fui, no soy adepto a los centros nocturnos, no más, aunque pude hacerlo para darle gusto. Y nunca fui.

Estaba radicando en Guanajuato cundo mi madre me dio la noticia; Luis Castillo estaba muerto, por cuestiones de trabajo no estuve presente en su adiós definitivo, pero supe que de Mazatlán –directo desde “El Dragón Rojo”-, llegó a Chametla un camión repleto de travestis, algarabía y colores, de festividad gracia y afecto, sensibilidad, cariño sin condiciones y fraternidad, un camión de amigos para despedirse, para llorar sinceramente, para reír ante el recuerdo y llorar ante el adiós.

Me dolió, si; me dolió, tal vez sea por eso, por lo que cuando paso frente al “dragón rojo” y lo veo casi abandonado, supongo que sigue en funciones y revive de noche pero no lo sé, lo que sé, es que cuando voy a Mazatlán y paso por ahí, irrumpe en mi la nostalgia, la tristeza de no haber tomado una copa en su castillo, en el de la reina Luis, mi “tía” Luis Castillo.

CHAMETLECA II

Las cosas siempre a tu favor;
el clima, la noche, las estrellas,
el farol rojo de la casa de Hortensia,
la música allá en el baldío
en la fiesta de san Pedro.

Nada hay que perturbe
tu sensualidad de Diosa
tu fragilidad de nardo
y tu mirada celeste.

El silencio se agita
a causa de esta dicha
provocando un desliz;
entonces tu cuerpo, con tanto a tu favor
se cae al ser tocado por la música
e irremediablemente se hace añicos
como simple cistal…