miércoles, 2 de septiembre de 2009

MARIA LUISA

MARIA LUISA
El día que nació María Luisa, la gente en Botaira vio el cielo y sus ojos se iluminaron de la emoción, alguno se asomaban por las ventanas y otros se detenían en medio de la calle haciendo una pausa en sus actividades cotidianas, los que iban montados en sus bestias se apeaban para poder apreciar aquel maravilloso espectáculo, los que venían del molino buscaban una sombra para apreciarlo mejor, otros –sin darle importancia al inclemente sol-, ponían sus manos a modo de visera sobre sus ojos para no perderse de nada, y es que –ellos no lo sabían- aquella niña lloraba allá en su casa por el barrio de la cornucopia (lo llamaban así porque la calle tenía forma de cuerno), al final de la calle del barrio había una ceiba enorme en la que hacen sus nidos la garzas en los tiempos de las aguas que llegaban cada año a disfrutar de los enormes charcos que se hacen en Botaira, pareció que en esa ocasión, la ceiba se vistiera de colores para una gran fiesta, pues daba la impresión de era justamente de esa ceiba, de donde nacía aquel arco multicolor que mantenía la mirada de todos hacia arriba, mientras mas fuerte era el llanto, mas intensos eran los colores del iris que se dibujó en el cielo…
Eran las once de la mañana, el sol estaba en su esplendor cuando al niña nació, hermosa y regordeta, con su rostro enmarcado por una cabellera negra como la oscuridad y los ojos azules casi como el fondo del mar de Botaira, o como el cielo mas cálido y mas limpio de los veranos Botairenses.
Todo mundo miraba hacia el cenit con el corazón en un hilo, contritos de la emoción que sentían, Tingo el de la loma bajaba desde su casa en la montaña montado en su burra verde y a lo lejos alcanzó a distinguir que el arco efectivamente nacía en algún lugar del mismo pueblo con dirección a aquella mítica ceiba y señalaba hacia allá gritando lleno de alegría.
La gente normalmente, en esos días de abril poco toleraba el calor, sin embargo la fuerza de la curiosidad los fue acercando hasta el lugar donde el arco iris nacía y se dieron cuenta de que este emergía de la casa de Eulogia. Dentro, la partera doña Tomasa, que fue quien le dio primera nalgada para provocarle el llanto –y de esa manera provocar el crecimiento y desarrollo de los pulmones la recién nacida-, en ese momento estaba haciéndole caricias para que dejara de llorar, la niña fue aminorando el llanto y a su vez los colores parecían difuminarse en el arco celestial, así fue como paulatinamente la niña dejó de llorar y como por arte de magia el arco iris desapareció… despareció por completo causando la decepción en los arremolinados afuera de la casa que empezaron a pedir a gritos que la niña llorara de nuevo, y aunque Tomasa lo intentó, no hubo poder humano que la hiciera gemir al menos, eso sorprendió a todos y empezaron a hacer suposiciones y predicciones tan acostumbrados como estaban en Botaira a creer en cosas sobrenaturales y darle crédito a los signos de los tiempos.
Ese fue el primer llanto de María Luisa, ese día de abril había visto la luz por vez primera, estaba llegando a la vida por lo tanto nunca se imaginó lo que el destino le tenía preparado, ese fue su primer llanto y a pesar de todo lo que enfrentaría a lo largo de su existencia, nunca nadie la volvió a ver llorar jamás.
Pasaron siete meses… María Luisa tuvo la tercera convulsión estando sola en su cama y esa tarde pensaba –claro que pensaba como piensan los niños de su edad-, pero pensaba y hasta parecía que adivinaba los pensamientos de los demás.
Era una tarde cualquiera de esas en las que el viento se mete por todos lados y saca a los zancudos de la grietas de las paredes, ella estaba acostada como lo hacen la mayoría de los niños por no tener nada que hacer, mirando al techo pensaba en lo que su mamá sentiría cuando se diera cuenta de que estaba enferma y se sentía impotente al no poder hacer nada por evitar los espasmos de los que era víctima y por provocarle llanto y angustia a la mujer que le trajo al mundo y a quien quería expresar todo su agradecimiento. El reglamento que regía la actitud de los niños no le permitía hacer nada mas de lo normalmente permitido y aunque en su fantasías era capaz de volar y de luchar contra el mas fiero de los monstruos, no tenía la mínima posibilidad de ponerse de pie frente a los adultos, no sin antes haber cumplido por lo menos unos diez meses, aunque se había enterado de uno que otro rebelde que había caminado a los siete, pero ella –por ética y decencia y sobretodo por respeto al gremio-, tenía que disimular y seguir echada hasta que se llegara el momento y diera sus primeros pasos para poder correr al lado de su madre y besarla por su propia voluntad, y acariciarle y decirle que la quería, así es que se limitaba a permanecer viendo el techo y sufriendo sin remedio y sonriendo a quien le dijera palabras dulces o le hiciera alguna caricia, eso era el trabajo de todos los días, pues los vecinos desfilaban frente a su camita y había alguno que llegaba a extremos inimaginables, tomándola en brazos y lanzándola al techo provocando agudos dolores y sobresaltos enormes, haciendo que ella abriera los ojos de más y provocando la alegría del susodicho, creyendo erróneamente que aquello le provocaba felicidad, mientras que lo único que conseguía era someterla a una tortura vituperable, no faltó quien le diera tronados besos en los cachetes haciendo que sus oídos rechinaran y le provocaran unos dolores tan intensos que propiciaban gestos parecidos a las sonrisas que a su vez hacían que los mentecatos le dieran mas besos y todavía mas fuertes.. María Luisa deseaba que esos días de su niñez se fueran volando como la hacían sus amigos de leche que la visitaban y se iban corriendo cuando entraba algún adulto. Se ponía en el lugar de los niños que en algún lugar soportaban castigos semejantes y le daban tristeza, mas por ellos que por ella y por mas que dilucidaba no alcanzaba a entender a los adultos ni el porqué de tanta crueldad. Así eran los primeros días de su vida, una vida a la que si hubiera tenido la oportunidad de elegir, habría elegido no venir, pero ya estaba en ella, ya era huésped de este mundo cruel y tenía que someterse a las reglas del mismo, y tenía que crecer y madurar y desarrollarse, era algo con lo que no comulgaba, pero ya inventaría la manera de ser niña por siempre, ya encontraría el modo de engañara todos y hacerles creer que crecía y seguir siendo ella eternamente para no sufrir ni tener que enfrentar tanto sufrimiento, es más; con toda seguridad encontraría el modo de no traer hijos al mundo para que no le provocara un dolor semejante al que sabía que experimentaban todas las madres por sus enfermedades, por no poder comunicarse con ellos o por no saber lo que piensan, pero especialmente, trataría de evitar traer al mundo a otros seres humanos, para evitarles a ellos el dolor de ser hijos que es mucho mas tormentoso que el que enfrentan los papás, pes ellos sufren desde que nacen a la luz y respiran por vez primera y luego por la impotencia de ser unos inútiles y no poder expresarse de ningún modo los primeros y mas difíciles días de su s vidas.
Una tarde de enero, María Luisa se sentía contenta, jugaba con un amigo imaginario llena de felicidad, cada día aprendía más de él, aunque no hablaban el mismo idioma ella trataba de poner atención a sus sonidos y señas, ya estaba aprendiendo a comunicarse con él, pues prefería aprender idiomas extraños parecidos al de ella, que aprender el lenguaje de los mayores, porque sentía que estaba olvidando el suyo y es que casi no lo practicaba, pues pocas veces tenía la oportunidad de charlar con alguien de su edad y aunque no quisiera, lo mas probable era que así ocurriera, llegaría el momento en que aprendería a hablar como los adultos y olvidaría su pequeño idioma esa tarde, ella y su amigo imaginario estaba montados sobre un dragón que solo existía en su imaginación –por supuesto-, y desde ahí trataban de alcanzar un caballo fantástico de color azul que los conduciría hasta el puerto, donde arribaba el barco de los sueños todos los días a las once de la noche y que luego pasaba por Botaira con rumbo a Sabaiba, mucha gente quería subirse, por eso el juego favorito de los niños, de pronto; María Luisa se detuvo y su amigo la miró sin entender, ella se bajó del dragón y corrió hacia su madre que estaba frente al metate “rayando” unas tortillas “tiernas” para hacer tostadas, la niña le abrazó fuertemente de las piernas, levantó su dulce carita hacia la de ella y acariciando la panza de Eulogia susurró; “Adiós mamá”.
Eulogia sonrió emocionada al ver a su hija en la cama tan divertida y por alguna extraña razón, le pareció escuchar una vececita que le dijo “adiós”, luego sonrió para sus adentros, esa noche del veinticuatro de abril María Luisa dormía plácidamente cuando oyó unos cuchicheos en su oído izquierdo, sin abrir los ojos y quedito para que nadie la escuchara contestó:
-¿Quén?
-Soy yo.
-¿Ota vez?
-Si, abre los ojos.
-Np, mo te queyo vel… me hace mello
-No te voy a hacer nada.
-E que si ablo lo ojos no te veo, así si te veo…
En efecto con los ojos cerrados podía distinguir claramente a aquel fantástico animal con el que hablaba a diario, sus enormes ojos le impresionaban y los cuernitos que tenía atrás de las cejas le parecían chistosos, hasta las alas trasparentes se las podía ver cuando tenía los ojos cerrados, por eso prefería platicar con él, sin abrirlos, en ocasiones anteriores habían platicado por noches enteras hasta que ella decidía abrir los ojos, pero en cuanto lo hacía, el animal desaparecía de su vista, era de un color muy extraño que ella no podía identificar por lo corto de su edad, sin embargo le gustaba el color casi verde pero casi azul, que hacía que el color de los enormes ojos resaltaran por lo extrañamente verdes que eran, el caballo sentido se acercó para decirle una noticia que la llenaría de tristeza, pues el motivo de su visita era decirle que era la hora de llevarse a su madre a aquel lugar del que ya le había hablado y que era muy parecido al lugar de donde venía y le había explicado que morir era como nacer pero al revés… ella lloró y el animal se compadeció de ella, entonces hizo con sus patas delanteras un pase mágico para hacer que su mente se relajara, y se relajó tanto que su cuerpo languideció y se sumió de nuevo en su sueño para jugar con aquella especie de dragón morado con alas transparentes, que montaban ella y su amigo imaginario, y esa noche su madre murió.
Pasaron los años, María Luisa creció y cumplió cuarenta y un años, era aún una niña –solo que dentro del cuerpo inmenso de una mujer-, pero seguía metida en su fantástico mundo, lleno de caballos y dragones que se trajo desde su infancia y que no volvió a dejar nunca y cada vez que surgía un problema, se metía dentro de su imaginación para no sufrir. Era junio y el verano se presentaba extremadamente caluroso, las garzas habían arribado a la ceiba aquella en la que se aparecía la virgen y por las noches rondaba una gallina que lloraba clamando por sus pollitos, Tingo el de la burra verde ya había muerto y de las playas de Botaira se vio surgir un resplandor maravilloso, sin duda era el anuncio de algo fantástico que seguramente no se repetiría en muchos años, lo último parecido a aquello, era lo ocurrido el día que nació María Luisa.
María Luisa había decidido encerrarse en su mundo de niña desde que tenía diez meses y se había prometido no llorar nunca mas, desde el día que nació por primera vez por eso aquella noche en que cumplió los quince años y una sombra se deslizó por la puerta de su cuarto y se abalanzó sobre ella para agredirla sexualmente de la manera mas ruin y cobarde, puso en su mente un velo que no le permitió sentir, ni recordar lo que ocurrió en ese día tan importante, y cuando su padre hubo realizado la terrible felonía, ella se retorcía en el suelo, sin entender nada –víctima de una de aquellas convulsiones de la infancia-, porque así lo había decidido y sus amigos los duendes y animales fantásticos de su fantasmagoría, trataban de darle ánimo y hacerle pasar momentos dulces sin lograrlo…
Durante veinticinco años fue víctima de violaciones y malos tratos, su corazón estaba totalmente destrozado, pero su cerebro se negaba a aceptarlo y por eso reía y era feliz, a la gente le sonreía y se divertía jugando con los niños del barrio de la cornucopia y todos la querían porque tenía un corazón de niña como el que muchos adultos querían tener pero por vergüenza no lo intentaban, se la pasaba cantando e inventando sueños maravillosos y cuantos platicaba a sus amigos reales y cuando conocía a un recién nacido le hablaba en su propio idioma.
Ese día en que María Luisa cumplió los cuarenta y uno y en el mar azul de Botaira se estaba fabricando un arco iris con los colores que todavía no se inventaban, la gente salió nuevamente a las calles para mirar como del mar surgía portento tan maravilloso y casi increíble de contar de no ser –claro-, porque casi toda la población estaba siendo testigo.
El arco se levantó hacia el cielo hasta llegar a un punto en el que empezó a bajar lentamente, y con dirección al barrio donde María luisa platicaba con sus amigos los catiuscos y que por cierto le estaban preguntando por el dragón alado que habían perdido hacia mucho tiempo y que ella había encontrado, pues le explicaban que se había cumplido el ciclo y debía volver con ellos a la tierra de los mitos-, alguien mas le preguntó por el caballo y por el amigo imaginario, ella se entristeció y le pareció raro que se estuvieran llevando a todos sus amigos, entonces alguien sin querer le dijo que ya no los necesitaría; entonces lo entendió todo.
Afuera la garzas emprendían el vuelo espantadas, la ceiba se secó repentinamente, la leche en la hornilla se derramó, los perros de la calle se quedaron mudos, un racimo de uvas se puso rojo en la parra y todo quedó en silencio…
El arco iris empezó a descender con calma, la gente corría por las calles para ver a donde iba a bajar y tener la oportunidad de atraparlo para arrancarle trocitos y guardarlos en botellas para cuando se ocupara curar alguna tristeza.
De pronto el arco cayó pesadamente sobre el techo de la casa donde vivió María Luisa y aquel hombre que abusara de ella tanto tiempo ya que ahora estaba apunto de partir al mas allá, los ojos desorbitados de su padre vieron el resplandor y la gente de la calle gritaba de la emoción, y entonces ocurrió algo portentoso; María Luisa salió a la calle mientras que adentro su padre exhalaba un último suspiro…
La gente como hipnotizada vio a la niña levantarse unos centímetros del suelo y levantó la mirada en tanto que adentro una legión de demonios despedazaban lo que quedó de aquel hombre sin escrúpulos y malvado, que de seguro en unos minutos mas estaría pudriéndose en el infierno.
María Luisa sonrió a la multitud, todos la miraban expectantes, el arco iris cambió de colores y todos pudieron admirar las sensaciones luminosas mas bellas y que jamás imaginaron, entonces sucedió aquello increíble; María Luisa empezó a caminar subiendo lentamente como siguiendo un camino invisible y así se fue yendo con el arco rumbo al cielo, nadie se dio cuenta de que la mujer lloraba, porque lloró a escondidas, se fue dividida entre su pasado y su destino, entre la crueldad y su inocencia, es cierto que lloró por segunda vez, pero ese fue su último llanto y esta vez fue de felicidad y aquel hermoso cuento de dolor y de misterios terminaba y el recuerdo de aquella niña que decidió ser una niña para siempre, es ejemplo de amor y de cordura para los adultos de Botaira y aún hoy en sus noches en las banquetas del pueblo se escuchan a los niños contar aquella historia a los adultos y de vez en cuando se escucha a algún adulto sollozar; por la infancia perdida, por la falta de valor o por el amor reprimido.
Pero mientras exista un lugar como Botaira en donde nacen niños como Maria Luisa y niños como los que la habitan, habrá adultos que aprendan que se puede ser todo lo viejo que se sea capaz, pero que un corazón de niño, es capaz de hacer levitar un cuerpo y hacerlo mezclarse con la magia encantada del iris.

FERNANDO BARRAZA
El Apoderado, Ciudad Asilo de el Rosario Sinaloa, Junio del 2005.

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