lunes, 4 de octubre de 2010

MARÍA BARRÓN Y LA GITANA

La recuerdo en sus últimos días, ahí; sentada del lado derecho de la mesa, viendo a la gente pasar…

Pero la recuerdo también de pie, barriendo las cacas de gallina de debajo del obelisco todas las mañanas, con las muletas en los sobacos, cocinándome un chorizo grasoso y delicioso, dándole maíz a las gallinas, limpiando los pretiles en la cocina, calentando las tortillas en el comal y trenzando su largo pelo para luego empalmar las trenzas con alguna de sus múltiples peinetas.

Recuerdo especialmente aquella tarde de octubre; yo hacía mis trabajos escolares cuando vi a mi abuela María Barrón que se asomó por la ventana, la miré en silencio, porque su actitud me pareció sombría, algo extraña, y no comprendía su comportamiento; tomó las monedas que guardaba en el monedero para ponerlas en una lata y colocarla en la barda de lodo de atrás del nextlinquero enseguida del horno donde mi tía mariquita preparaba los deliciosos pasteles de piña, entendí todo cuando llegó la gitana pidiéndole unas monedas a cambio de leer en la palma de su mano la buenaventura, pero ella no se dejó, argumentando que no tenía centavos para darle, entonces la gitana dijo algo que me sorprendió; “En el bote que tienes atrás de la hornilla, tienes dinero” -¡No!- insistió mi abuela, -¡Si!-dijo la necia mujer.

No supe como se las arreglaron, cuando me di cuenta conversaban animadamente en la cocina, el caso es que mi abuela decía que ya se iba a morir un día de éstos porque ya se le habían quebrado los dos pies y no servía para nada, y la gitana le aseguraba que viviría hasta los ochenta años, mi abuela decía que no y ella aseguraba que si, el asunto es que al final la gitana se llevó su recompensa pues no solo le dijo la buenaventura, sino que –y ni cuenta nos dimos-, le robó la lata del dinero…

Faltaban algunos años para que mi abuela cumpliera los ochenta, por eso respiré tranquilo, pero cada cumpleaños suyo yo me acordaba de aquella predicción.

Estaba en una locación en centro del D.F. en la filmación de “Lola” dirigido por María Novaro, teníamos que partir al otro día a Veracruz a continuar la realización de la película y con tristeza renuncié –por eso en la película me veo solamente en la escena de persecución en el tianguis, cuando nos agarra la policía, ya no fui a Veracruz-, porque me avisaron que María Barrón mi amada abuela había muerto, localicé a Aurora –mi hermana-, y avisamos que veníamos para Chametla a “despedirnos” de ella, no encontramos vuelo para esa noche, por lo que decidimos viajar en autobús, al llegar a El Rosario encontramos a unas personas de Chametla que nos contaron que ya la habían sepultado, me dio rabia y tristeza porque no la vi antes de la partida al “para siempre”, fue tanto mi coraje y mi tristeza que decidí no llegar, me bajé antes para llorar a solas su ausencia y revivir el recuerdo de lo que fue en mi vida, mi amada María Barrón, no le encontré sentido llegar a Chametla a nada, ella ya no estaba, y yo como quiera que sea le hice un lugar en mi corazón, y me quedé pensando en ella, en la última vez que la vi; sentada en su sillón rojo de madera y palma, trenzando su largo pelo, sonriendo ante mi plática infantil, o reprendiéndome por no haber comido todo, o barriendo en el patio allá abajo del obelisco las cacas de las gallinas, y el día en que vino a robarle la gitana, aquella vagabunda que le aseguró que viviría los ochenta años, no me quedó mas que sonreír porque en efecto mi abuela linda vivió casi cinco años mas de los vaticinados, entonces comprendí porque la mujer no solamente se llevó lo correspondiente, sino todas las monedas del nextlinquero, y es que le dio mas vida de la que ella esperaba…

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