viernes, 2 de julio de 2010

Goyo Zúñiga


Mi tía Secundina es mi “fan” y tiene una foto mía colgada en su estancia…

Mi tía Secundina también es “fan” de mi hijo, también Goyo, su esposo lo era, no de mi, de él… y le gustaba oírlo cantar.

Ella me platica que lo amó, que su amor fue único y exclusivo, y que fue bien correspondida, que como hombre le respondió en las buenas y en las malas, y le duró hasta que ya no pudo. Ella lo dice de buen ánimo y eso me consuela, porque sé que no sufrió por su partida, pues es una mujer inteligente y no se deja llevar por los pesares, ¡que bueno!, ella me cuenta de su vida a su lado y no se queja, enfrentaron momentos duros y hermosos, tuvieron una familia a su gusto y sin complicaciones, los últimos años -como pasa con todos-, se quedaron solos.

Solo el par de viejos, celebrando cumpleaños y aniversarios de bodas, acompañados por un par de choloescuintles, él rondando los cien años y ambos rodeados por el cariño de sus hijos, los ausentes y los que viven ahí mismo en Chametla, recibiendo sus visitas y las de los nietos, siempre al pendiente de ellos, pero ellos solos, enfrentando con entereza su edad y su soledad acompañada, ella preparando los alimentos sin rendirse y con el ánimo de siempre… y velando su enfermedad, la que lo postró hasta llevarlo a manos de la muerte, un día la tía Secundina nos dijo que Goyo su amado esposo extrañó a mi hijo y preguntó por él, y que quería oírle una canción, tratamos de hacernos el tiempo para visitarlo y cumplirle el antojo, y por una razón o la otra pospusimos la visita, luego un domingo en misa, nos volvió a decir la tía, que Goyo quería oírlo cantar, entonces nos armamos de ganas para visitarlo, conversamos a medias con él porque no podía emitir palabras con claridad pero escuchaba, y afirmaba o negaba según fuera necesario, entonces mi tía le dijo que Fernando estaba ahí y que le iba a cantar, fue cuando él puso atención para escucharlo; un silencio absoluto llenó la habitación donde reposaba para que solo se escuchara la voz de mi hijo, yo por supuesto lloré de la emoción y el dejó humedecer un poco sus ojos, mi tía Secundina sonreía contenta y los demás –mi mamá mi esposa y mi hija -por cierto ahí estaba su bisnieta Flor y después llegó Felipe, el bisnieto-, emocionados por lo que estaba pasando, nuestra conciencia descansó, luego la tía Secundina nos invitó un atole calientito y conversamos un buen rato, nos regaló un bule a cada uno y nos marchamos satisfechos con nosotros mismos. Esa tarde partimos con la promesa de volver pronto.

Y volvimos si, pero a su velorio, al otro día don Goyo murió, pero escuchó el canto de mi hijo como era su antojo y nos sentimos bien por no haber esperado mas tiempo para visitarlos, ahí me encontré con la familia, la ausente, la que me conoce, porque no todos me conocen. Mi tía Secundina me hizo prometer que diría unas palabras en honor a Goyo al momento del sepelio, y dije que si, pero no tuve el valor, fue Florentino Carrillo el que se encargó de ello. De ese modo fue como dijimos adiós a Goyo. Ahora mi tía Secundina está solita pero bien acompañada, con años y mas años encima, pero sin Goyo ni los choloescuintles y está en nuestros planes visitarle, porque ella nos quiere y nos quiere bien, y siempre me lo demuestra, además antes de que muriera su Goyo nos regaló un par de bules y hasta tiene una fotografía de mi en su estancia…

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Fernando, yo tambien soy de chametla, me llamo la atencion leer tu pagina, La secundina fue la mejor amiga de mi abuela en paz descance Felicitas Hernandez "la chata" mama de Humberto Juarez osea mi papa. Que gusto leer cosas tan bonitas de mi pueblo ..que tanto extrano...