martes, 15 de junio de 2010

¡GLORIA!

Todas las tardes –bueno, casi todas-, mi abuela me daba la canasta y los centavos correspondientes para que fuera a comprar el maíz para las gallinas, ya de paso me encargaba las galletas “betumadas” (Como decía Luis Castillo), a veces petróleo para el candil y un sobre de café “El Marino”, o lo que se ofreciera…

Era una aventura caminar las siete o nueve casas que separaban a la tienda de mi madrina Chepina de la casa de mi abuela, y aunque antes de cruzar la calle estaba la tienda de doña Pifas, la consigna era llevar el mandado de con mi madrina, porque era la comadre.

Debo aclarar –para los que no son de Chametla y me hacen el favor de leerme-, que enfrente de la tienda de mi madrina está la casa de Hortensia, un caserón enorme de esos de antes con su pórtico inmenso como para entrar con todo y carreta, una vez adentro; hay corredores a un lado y otro, techados por supuesto de madera y tejas, con una barda llena de macetones con plantas de todo tipo incluyendo los helechos tan típicos de las casonas con aroma antiguo que todavía hay en Chametla, era y es una casa que me fascina con las paredes de adobe, gruesas, sus habitaciones subsecuentes y sus enormes corrales, sus poltronas desperdigadas por los corredores y alguna hamaca. Por fuera parecerían tres casas juntas con sus ventanales de piso a techo con mosquiteros y rejas de acero, altas y por lo mismo frescas, todavía me significa un verdadero placer entrar a la casa de Hortensia y/o de mi madrina Chepina aunque ésta última continúa en constante deterioro.

Justo antes de pisar el primero de los dos escalones que había en la banqueta de la tienda, oía el consabido “¡ssssssshhhhht!” y aunque era consabido a veces me tomaba por sorpresa; era Gloria que me saludaba agitando las manos como colegiala desde la ventana de su habitación, despertaba en mi la ternura al verla asomada tras las rejas, agarrada de los barrotes como princesa prisionera, con su mirada inocente, su tierna sonrisa y su apariencia virginal, entonces cruzaba la calle –cuidando de que mi abuela no me viera perder el tiempo-, y me acercaba a su banqueta y sosteníamos una breve conversación, a veces versaba sobre la familia, el mandado o cualquier simpleza, el caso era la convivencia, siempre me iba de ahí con un sonrisa y animado, porque la mujer amiga de siempre me preguntaba que si éramos novios, y yo afirmaba, feliz de hacerla feliz.

Me desparecí algunos años del mapa Chametleco y en mis en eventuales visitas la vi, con el ánimo de siempre en la misa dominical o en su ventana por las tardes y hasta ahí llegaba a saludarla, últimamente la vi trabajando -por hobby pues no tenía necesidad-, y creo que incluso en los negocios familiares como auxiliar de oficina allá en Escuinapa, me llenaba de orgullo saludarla, por el aprecio tan grande que le tuve, el cariño de paisano y de cuates de toda la vida que nos profesamos.

Después, hace mas de un año que regresé para quedarme por estos rumbos en mi pueblo imaginario, pasados unos meses me enteré de la noticia fatal, me habló mi prima para decirme que mi “novia” había muerto.

Luego de una larga enfermedad que fue acabando con su robustez y su buen humor hasta dejarla en los huesos; se fue mi querida Gloria, mi amiga de siempre…

Estoy seguro de que tuvo muchos novios porque tenía un gran corazón y fácil de enamorarse, sé que no fui el único que se acercó a su balcón ni al único que le prometió amor para siempre, pero sé ciegamente que fui para ella alguien especial.

Es que para mí, Gloria Raygoza fue especial, y la ternura de nuestras conversaciones me enseñó entre otras cosas a conocer al niño que vive en mi, a ese; al inocente y maravillado de la vida, al que se sorprende y se ilusiona, al que aprendió de Gloria que todos somos iguales sin que importe que tanto se es en la vida, aprendí a escuchar a todos, incluso a quienes nadie escucha, aprendí a amar a mi prójimo con o sin defectos, aprendí el valor de una amistad sin pretensiones…

Por eso cuando asistí a su velorio me aproximé a su féretro para darle un último adiós, la vi ahí; tan inocente como toda la vida, como sumida en un hermoso sueño, la vi como en si misma, vestida con una túnica blanca y un manto azul cubriendo su cabeza, con las manos juntas y los dedos entrelazados; me remitió de inmediato a la imagen virginal de su condición humana, y así es como se fue; virgen como llegó al mundo, despedida por quienes le quisimos con conversaciones de sus tiempos mozos y aventuras de niñas de sus hermanas y quienes le rodearon, se fue, y con toda seguridad a la gloria, porque no pudo existir otro lugar para ella en el mas allá, es más; afirmo categóricamente que se quedó en si misma, porque ella era la Gloria…

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo que no entiendo es como una persona se puede hacer famosa con un simple blog, cuando lo único que ha hecho es hablar de gente sin importancia y de un pueblo del que ni siquiera es de ahí, y además solamente habla de su carrera, cuando todos sabemos que es un artista fracasado, ya que lo que el ha hecho cualquiera lo puede hacer, yo se que al leer esto no lo va a publicar, pero por lo menos lo va a leer. Mejor se debería de dedicar a trabajar ya que es un mantenido.
Sra. Lula de Quevedo.

Anónimo dijo...

Fernando de una manera muy especial te agradezco el tiempo y buen animo que has tenido para expresarte con tanto detalle de mi querida tia; porque en tu texto mencionas cosas que solo quien verdareramente observo a esa gran persona se daria cuenta, ella marco la vida de quienes la amamos y en lo personal me enseño a vivir, me salvo en muchas formas como sea posible salvar a alguien, ahi recae la grandeza del ser humano....gracias y felicidades por observarla.sobrina ( bibi soto)