jueves, 21 de enero de 2010

TOÑITO EL FOTOGRÁFO...

Toñito el fotógrafo.

Toñito, así es como lo llamábamos, porque tomaba fotos y pintaba y sonreía…

Cuando fungía como director del archivo histórico y municipal de este municipio, me invitaron a participar en una exposición pictórica colectiva y me pidieron recomendara a alguien, me vino a la mente Toñito el fotógrafo, así como lo recordaba de siempre; con sus lentes de aumento infinito, su sonrisa enorme y tierna, su diminuta presencia y su gigantesco aprecio por mi: ¡Tuve el honor!

Ahora que se encuentra ausente. Cuando su presencia se convirtió en ausencia y cuando su recuerdo se quiere convertir en olvido, quiero escribir lo que ahora escribo, porque él no se debe de ir del todo, debe volverse perenne como el ave fénix. Como el pasto, como las estrellas…

Perenne para que siga iluminando el pensamiento de quienes le sobrevivimos y cuando le alcancemos en la tierra del jamás, las generaciones que vienen le conozcan.

Antes de morir me buscó en Chametla para invitarme a su casa, ahí pude apreciar una vez mas el cuadro del azteca y uno que otro garabato artístico, pero la razón de que me buscara fue mostrarme una foto que tomó de mi, de los tiempos de mi infancia; de cuando recitaba en todos lados aquella historia del huérfano de madre.

Me conmovió en verdad verme arrodillado y recordar a aquel público en suspenso, me conmovió en verdad ver plasmado ahí ese dulce recuerdo de lágrimas y aplausos, me conmovió que guardara en la luna de su espejo la foto de ese ayer tan placentero.

Le agradecí por el recuerdo y me fui de ahí llevándome su promesa; esa, la de que podía reclamar la foto cuando él ya no estuviera, sin embargo no lo he hecho, porque si el papel me sobrevive, se quedará en esta tierra –aunque quisiera tenerlo-. Lo que si me llevo conmigo y para siempre, es la admiración que en ese momento me manifestó y el maravilloso detalle de conservar por treinta y cinco años aquella fotografía…

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