jueves, 21 de enero de 2010

"El hubiera si existe" (Fragmento)

Botaira de mis ilusiones
Fragmento de “El hubiera si existe”
Martín se sentó a la sombra de un inmenso sauce, levantó la mirada y le pareció verlo llorar, luego se llamó tonto a si mismo por hacer uso excesivo de la imaginación y sonrió divertido, de allá de arriba también le veían; las driadas de los árboles cuchicheaban con las ninfas del lago y moviendo sus alitas se trasladaban de un lado a otro del sauce, éste se agitaba y sus ramas caídas parecían cobrar vida ante el embrujo de aquellos diminutos y translucidos entes que reían divertidos. Martín se acomodó en el tronco del árbol y aspiró el aroma del campo y sus pulmones se llenaron de sabor a tierra mojada, estiró los pies y hasta entonces se dio cuenta de que estaba casi descalzo, luego puso atención y vio que la pierna la tenía morada, casi azul, recordó que la noche anterior le había mordido un perro y sintió coraje y se arrepintió de haber dejado a su madre a solas son su padre a sabiendas que ella no podía ayudarle mucho, pero se consoló diciéndose a si mismo que se merecía ese descanso y que por un día que les dejara solos, no pasaría nada grave, se vio animado a levantarse y regresar a casa pero pudo mas la tentación, quiso levantarse a lavar su pierna pero pudo mas la flojera, además ni le dolía, ya lo haría mas tarde, vio a sus amigos despojarse de la ropa divertidos y arrojarse al agua fría del lago, recordó que era un lago tranquilo y agradable, pero también era un lago profundo y traicionero, casi nadie se arriesgaba a nadar en él, al menos casi nadie, pues tenía mala fama; aparte del mito de los lagartos que se comían a la gente, el lago había sido testigo de muchas muertes, entre las que se contaba la de Ossiel quien intentó cruzarlo prendido de la cola de una vaca y al ser pateado por el animal justo a la mitad del lago se soltó para hundirse inevitablemente en la negrura de sus aguas y no fue hasta los dos días cuando un parroquiano de los que se habían organizado para buscarle, tropezó con él en las aguas profundas y lodosas. Aquel recuerdo le conmovió, con la mirada fija, como perdida; estiró la mano hasta localizar a tientas la botella de tequila, la destapó sin ninguna prisa y le dio un trago, sintió el caliente líquido resbalar por su garganta y un agradable ardor le provocó una tos que a él le pareció placentera, poco a poco el tequila fue recorriendo sus intestinos hasta alojarse en un estómago desprevenido que se sobresaltó al contacto con aquel líquido pesado y transparente, colocó instintivamente su mano sobre el vientre y eructó con satisfacción, los párpados se le cerraban del sueño y cerró los ojos, se acurrucó junto a una piedra y se quedó quieto escuchando los ruidos del silencio y las risas de sus amigos, trató inútilmente de dormir pero se dio cuenta de que desperdiciaría una tarde maravillosa, todavía caían algunas gotas de lluvia, las últimas. De repente sintió un aguijonazo en el tobillo, emitió un grito de asombro y se levantó de un salto directo al lago a lavarse, creyó que era un aviso, ya después con calma le preguntaría al médico del pueblo si era necesaria alguna pomada o si tendría que tomar algo, pero no era tan grave, ahora era el momento de disfrutar con sus amigos, se lavaría y jugaría un rato con ellos en el lago, después; habría que ver…
Al contacto del agua con su cuerpo se estremeció voluptuoso, un ardor incitante penetró por la herida y subió por su pierna hasta el más recóndito nervio de placer, como si le agradara el dolor, tal vez eso era, se dio cuenta de que le gustaba sufrir, de que casi siempre que quería obtener algo, debía pagar con dolor y humillación, aquello en vez de molestarle, parecía agradarle cada vez más, sería porque así creció, atormentado y carente de todo hasta de lo menos esencial, porque en su familia así lo habían criado, acostumbrado a sufrir para merecer, desde que su padre aquella noche le había prohibido hablar de lo que le hizo, diciéndole que tenía que suceder y que así sería siempre que quisiera tener algo, desde esa noche en que su padre le explicó con palabras altisonantes pero al oído; que se aguantara, que aunque le doliera, no dijera nada y que más le valía callar, desde esa noche en que fue agredido de esa manera tan vil y tan violenta. Si Martín no hubiera sido un escéptico, y hubiera tenido fe, se hubiera encomendado por lo menos al ángel de la buenaventura, porque –él no se dio cuenta pero, junto a él, a su derecha, estaba parada el hada de la honradez y la decencia haciendo muecas y retorciéndose para no vomitar ante acción tan abominable y ruin, la pobre hada no se explicaba como era posible que un padre fuera capaz de acabar con tal impunidad con algo tan venerable como la relación entre un padre y su hijo, y sin poder evitarlo, por mas que se concentró para que eso no ocurriera, le dio un síncope por el coraje de no poder hacer nada, porque el maldito la agarró desprevenida, cuando despertó y el infeliz había dado por terminada aquella baja acción, ella quiso enmendar la falta de ayuda al muchacho por lo que envió una señal a su cerebro por medio de un pase mágico y con él, un encantamiento que si no servía para curarlo, por lo menos iba a servir para que lo viera por el lado amable; “Que aquello que tu padre hizo con tu cuerpo entero, se convierta para ti en algo placentero”, de ese modo aunque lo ignorara, surgió la razón por la que a él, aunque le parecía injusto lo que su padre hizo, no dejaba de gustarle, por lo menos en ese sentido el hada se sentía satisfecha, porque le estaba evitando el dolor y el rencor, y volvió digerible y hasta agradable. La serie de violaciones que sufrió prosecusivamente… desde esa noche en que aprendió a no decir nada y soportar con resignación cualquier sufrimiento, siempre y cuando al final obtuviera un premio por su sacrificio…

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