martes, 17 de abril de 2012

yofetio

 (un fragmento pequeñito)

Era en exceso pequeño, su apariencia era de la un niño de diez y no de trece años, pero a él, eso no le mortificaba, por el contrario se sentía contento de poder subir a los lugares mas altos y esconderse en los lugares mas inexplorados debido a su estatura, además hablaba tres idiomas, el Catelio que era el mas común en Chiametlán y además entendía a la perfección el Sabaibés y el Botairense.
Estaban listos para partir, a sugerencia de los otros dos, Altío dejó escapar los copechis y se dispusieron a empezar el recorrido con rumbo a la cueva del diablo que a esas alturas de la noche se divisaba terrorífica, pero nadie era capaz de confesar su miedo -que por cierto era muy poco-, podría decirse que era mas bien precaución, pues nunca habían escalado a esas horas de la noche y con semejante oscuridad, y es que aquella noche era especialmente oscura, mas oscura que ninguna…
Caminaron los quinientos metros aproximados que había de la salida del pueblo al lugar donde empezarían el ascenso. Una vez ahí cuando eran casi las dos de la mañana, Yofetio se encomendó a los hados de la buena suerte y a las parcas para que se distrajeran en otras cuestiones y a ellos no les pasara nada.
Altío se metió un puñado de caramelos a la boca y se acomodó el morral lo mejor que pudo para que no se le fuera a caer, en tanto Castayo se acomodaba a la cintura un bolso de herramientas y lianas para cualquier eventualidad.
Empezaron a subir, ya conocían el camino, pero debido a la oscuridad les pareció un poco mas complicado, sin embargo nada los detuvo, ellos deseaban terminar el recorrido hasta la cúspide, al amanecer, para así poder regresar temprano y no dar de que preocuparse a sus padres, en menos de quince minutos estaban en la cueva del diablo, se sentaron fatigados en la piedra con forma de asentaderas donde dicen que descansan los Dioses de la antigüedad cuando vienen a la tierra, desde ahí pudieron observar el inmenso mar de plata y el cielo cubierto de niebla y nubes, los quirópteros asustados salieron de su escondite asustando a su paso a los chamacos, que se cubrían la cabeza por instinto ya que era sabido por todos los niños y habitantes de Chiametlán, que las cuevas estaban habitadas por estos insectívoros, pero la sorpresa los tomó desprevenidos. Luego de hacer uno que otro comentario se dispusieron a continuar con el camino, la segunda cueva era mas misteriosa, pues eran pocos los que la conocían, se puede decir que solo los lugareños mas osados habían tenido oportunidad de acercarse, pues casi todo mundo ignoraba al resto de las cuevas, por lo que permanecían inexploradas, exceptuando la del diablo, que estaba a todas vistas y casi al paso de la gente por el camino a la playa.

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