martes, 15 de junio de 2010

EL LICHI

¡Ah que loco estaba el Lichi! ¡Y como me caía bien! Es que despertaba en mi, mucha ternura, porque he conocido borrachos que abusan sexualmente de sus propias hijas, que golpean a su esposas y que aborrecen a sus hijos, pero no conocí a otro como el Lichi, es que el Lichi era especial, entretenido, juguetón, dicharachero y “saurino” (esa palabra no existe en el diccionario, pero mi abuela la usaba para referirse a los adivinos, profetas o entes similares…), yo sabía de él, lo que él mismo me contaba a la pasada por la casa de mi abuela, cuando llegaba a pedir un taco, no le hace que fuera “con pura carne” –decía-, y ahí se entretenía conversando largamente, casi siempre cuando iba con rumbo al centro -por decirlo así-, de Chametla o parriba como se dice allá, y cuando regresaba pabajo a dormir, y siempre con el litro de vino de ese que es más alcohol que otra cosa, del de a diez pesos.

Por eso supe que en las noches cuando se le hacía tarde era porque se había escondido en cualquier esquina para que no lo atropellara la carreta de la muerte, ni lo mordieran los perros que la perseguían, cuando casi nos dormíamos lo escuchábamos saludarnos desde la banqueta; Adiós Madía Badón, adiós a todos, desde adentro contestábamos a su saludo y nos sentíamos mas tranquilos porque lo sabíamos de vuelta a su colchón. Oíamos sus predicciones conforme avanzaba diciendo que al otro día habría muerto porque había pasado la dichosa carreta de la muerte, y seguía platicando con nosotros hasta que su voz se convertía en un leve murmullo, y en efecto; al otro día había un muerto… el cuero se me ponía chinito.

Me dijo que dormía en “pudo espin”, y hacía señales de rebote con la mano yo reía de imaginarlo en un colchón, pensando que a eso se refería, pero él hablaba de los resortes, de los alambres con los que a veces se cortaba al darse vuelta porque nomás tenía una cobija y la usaba para taparse, nunca supe si dormía bajo techo o algún árbol, solo supe que vivía por allá del lado del estadio, me platicó que casi todos los días cuando regresaba tarde era porque había visto a fulana caminando por los alambres de la luz o a mengana volando en su escoba, y yo me asustaba, porque conocía a ambas, me asustaba especialmente cuando me decía que alguna se había caído y por pura méndiga casualidad amanecía con la mano entablillada o las rodillas raspadas, ¡Santo cielo!

El Lichi era del Apoderado y pariente de mi abuela María barrón, por eso se portaba conmiserativa con él y yo le tenía aprecio por su conversación tan descabellada y seria, lo mismo que divertida y sabia, tampoco pude compartir su últimos días, mi trabajo lejos me prohibió despedirme de muchos amigos entrañables, pero allá donde estaba de gira o en alguna filmación, me llegaban las noticias de mi gente de Chametla, y así me enteré de su partida, por supuesto, me dolió, porque borrachos como él he conocido pocos y hasta pienso que si todos fueran como él, hasta yo fuera alcohólico, pero por Dios que como él no los hay, y me da pánico serlo, son muy pocos los amables, sin rencores y graciosos, son contados los simpáticos cuenteros y agradables, de esos era él, de los buenos y nada latoso, ahora cuando visito Chametla y lo extraño, no puedo evitar sonreír ante sus ocurrencias y su buen humor ante la desgracia que él mismo se provocó por su alcoholismo, dentro de la cual –supongo-, era feliz, o no le quedó de otra mas que fingir que lo era…

Se murió el Lichi y lo extraño cuando visito la calle que lo vio caminar y respiro el aire que respiró cuando vivía, recorro su ruta y respiro el aire de Chametla con la nostalgia atravesando mi pecho y sonrío, porque mi querido Lichi dejó su esencia y no lo olvido, porque no es fácil olvidar a quien se aprecia, y en verdad que lo quise mucho, por loco y porque era de esos borrachos que no hacían daño, era especial, era de los buenos…

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